El movimiento de liberación femenina y la revolución sexual

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El movimiento de liberación femenina y la revolución sexual

Liberacion sexual mujer 1970s
Liberation Day Parade, New York (1970). ©Keystone/Hulton Archive/Getty Images

Hay quienes plantean que el movimiento de liberación femenina comenzó durante la Revolución Francesa, allá por el año 1789, cuando las mujeres se unieron a los hombres para luchar por sus libertades y derechos en el plano legal y político. En 1791, Olimpia de Gouges escribió la Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana – uno de los primeros escritos feministas – donde denunció que la revolución había olvidado a las mujeres en sus demandas de libertad, igualdad y derechos políticos, especialmente el derecho a la educación y al voto. Al instaurarse la República, las mujeres no fueron consideradas ciudadanas, sino como “menores de edad”, representadas por sus padres, esposos o hijos. Ciertamente, la Revolución Francesa no benefició por igual a ambos géneros, y la mujer en todos los continentes del planeta continuó en clara desventaja, hasta que se acercó el siglo XX.

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La búsqueda por la igualdad de derechos entre mujeres y hombres

Aunque hoy en día damos por sentado el derecho de la mujer al voto, éste ha sido una adquisición relativamente reciente. El primer país en aprobar el voto femenino fue Nueva Zelanda, en 1893 y luego le siguió Australia, en 1902. Finlandia fue el primer país europeo en aprobarlo, en 1906. Estados Unidos en 1920, aunque sólo para las mujeres blancas (lográndose el derecho al sufragio femenino total en 1965). Hacia finales de la Segunda Guerra Mundial (1945), casi todas las naciones desarrolladas habían reconocido el derecho al voto femenino, excepto Suiza que lo aceptó bastante tarde, en 1971.

En Latinoamérica, Uruguay fue el primer país que aprobó el voto de la mujer el año 1917. Le siguieron: Ecuador (1929), Brasil (1933), Cuba (1934), El Salvador (1939), República Dominicana (1942), Panamá (1945), Argentina y Venezuela (1947), Chile y Costa Rica (1949), Guatemala (1950), Bolivia (1952), México (1953), Perú, Honduras y Nicaragua (1955), Colombia (1957) y Paraguay (1961).

Dentro del movimiento feminista, se suele llamar “segunda ola”, al logro del derecho al voto de la mujer. Las feministas de esta época también lucharon por el derecho a la educación superior y a todas las profesiones, a la administración de los bienes conyugales, a compartir la patria potestad de los hijos, y por la igualdad de salarios para igual tipo de trabajo.

Durante la Primera Guerra Mundial, las mujeres sostuvieron la economía y la industria, mientras los hombres se encontraban en el frente de batalla. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial (1945), tras haberse logrado en muchas partes el derecho al voto y al empleo femenino, la maquinaria político y publicitaria de los países industrializados se avocó a la tarea de retomar el liderazgo masculino en todas las esferas de la vida pública y privada, y así devolver también las fuentes de empleo a quienes regresaron de la guerra. Para ello, se resaltó las bondades del trabajo en el hogar y se creó una imagen de la mujer ideal: bonita, perfectamente arreglada, obediente y complaciente con el marido, y atenta a los hijos y a las tareas del hogar. Se trataba del nacimiento de la perfecta ama de casa, un estereotipo femenino muy característico de los años 1950.

En el año 1949, la escritora y filósofa francesa Simone De Beauvoir, publica El segundo sexo, obra fundamental del feminismo del siglo XX. Ella plantea que una mujer no nace, sino que se hace, según los condicionamientos que le imponga su entorno sociocultural.

La década de los años 60 estuvo llena de transformaciones sociales a nivel mundial: la liberación femenina, la revolución sexual, las protestas de los jóvenes hippies) – contra el orden establecido, el materialismo y la guerra – y la lucha contra la discriminación racial.

Había comenzado la “tercera ola” del feminismo. La escritora estadounidense Betty Friedan publica en 1963 La mística de la feminidad. Allí saca a la luz pública el malestar de todas aquellas mujeres que vivían una vida acomodada y en apariencia feliz. Sin embargo, experimentaban un inmenso vacío existencial, soledad y depresión. Friedan se opone a la idea de que el propósito en la vida de una mujer era ser esposa y madre. Esta obra remueve profundamente los cimientos de aquella imagen prefabricada de la ama de casa feliz y realizada. En 1966, esta líder del feminismo funda NOW (National Organization for Women), una organización que reunió a numerosos grupos feministas de todos los Estados Unidos. Aún es la mayor organización feminista en este país.

En 1961, gracias a la aprobación de las píldoras anticonceptivas por la U.S. Food and Drug Administration, la mujer asumió el control sobre su cuerpo y su fertilidad: por primera vez pudo decidir sobre la maternidad. Con ello, la sexualidad se separó de la función reproductiva, y esto realzó el placer y erotismo del sexo en si. En esa época, muchos jóvenes experimentaron la sexualidad libre, a la par de las drogas, en franca rebelión hacia los valores conservadores de sus padres. Este desborde en la expresión sexual se produjo como consecuencia de liberar años y siglos de dura represión.

En 1976, la sexóloga y feminista Shere Hite publica el Informe Hite sobre la Sexualidad Femenina, basado en entrevistas a unas 3000 mujeres de los Estados Unidos sobre qué sentían, pensaban y disfrutaban del sexo. Sus resultados resultaron controversiales para la sociedad de aquella época, en especial, su planteamiento de que las mujeres no necesitan a un hombre para tener un orgasmo. El estudio halló que sólo el 30% de las mujeres habían experimentado un orgasmo a través de sexo con penetración. Comunicó a las mujeres que nada malo pasada con ellas si no lograban el orgasmo durante el coito, y resaltó la importancia de estimular apropiadamente el clítoris para lograr el placer femenino. Estos y otros hallazgos del Informe Hite ayudaron a reconocer las características propias de la sexualidad femenina, en una época en que sólo se la consideraba como una contraparte lógica de la sexualidad masculina.

Actualmente, el feminismo radical de los años 1960 y 1970, ha dado paso a un creciente reconocimiento de que la mujer no se necesita masculinizar para poder acceder a todos sus derechos y a los roles que antes estaban ocupados por los hombres, como las posiciones de liderazgo en empresas, organizaciones y estados.

Han sido significativos los logros por la igualdad de derechos para la mujer a partir del siglo XX. Sin embargo, aún hay trabajo que hacer. Actualmente, en ciertos países de África y Asia las mujeres no pueden acceder a sus derechos ciudadanos básicos. Afganistán (2003) y Kuwait (2005) han aprobado el voto femenino en años recientes. En muchos países occidentales la mujer sigue estando laboralmente en desventaja y ganando salarios más bajos que el hombre por el mismo trabajo. La imagen de la mujer como objeto sexual es utilizada constantemente por los medios, la publicidad y el cine. Además, sigue siendo frecuente la violencia en el hogar, ya sea por maltrato físico o psicológico.

Organizaciones internacionales como las Naciones Unidas, la UNESCO y asociaciones feministas como NOW, están centrando sus esfuerzos hoy en apoyar temas como los siguientes:

  • Cese de la discriminación sexual en cuanto a oportunidades de trabajo, salarios, seguridad social, educación y estructura política.
  • Protección de los derechos de las mujeres que sufren discriminación por su género y grupo étnico.
  • Acceso al control de la natalidad y al aborto legal y seguro.
  • Detener todo tipo de violencia contra la mujer: violencia doméstica, violación y acoso sexual, violencia en clínicas donde se practica el aborto, etc.
  • Erradicar prácticas culturales ancestrales que atentan contra la integridad de la mujer, como la mutilación genital, el matrimonio obligado y el casamiento en niñas.
  • Educar en la aceptación del cuerpo femenino, más allá de los estereotipos que envía el mundo de la publicidad, la moda y la industria estética.
  • Proteger los derechos de las mujeres lesbianas y evitar cualquier tipo de discriminación debido a su orientación sexual.

Finalmente, reconozcamos que a lo largo de la historia no sólo han sido las mujeres – sino también muchos hombres valerosos – quienes han apoyado en el logro de mejores condiciones y mayor equidad para las mujeres. La integración, entendimiento y respeto entre ambos géneros es imprescindible para la evolución de la especie humana.